A la hora de ahorrar, hay que dejar de lado la pena y pensar con objetividad qué es lo mejor para tu bolsillo. Regatear puede causar un poco de vergúenza cuando no estamos acostumbrados a hacerlo, pero el regateo es en realidad una práctica común. En muchas regiones, sobre todo en áfrica y en el Medio Oriente, no regatear es considerado una ofensa al vendedor… extraño pero cierto.
Regatear no es otra cosa más que negociar el precio de un artículo o servicio; por eso, aprende a regatear, no debes sentir pena pues no estás haciendo nada malo, sino cuidando tus finanzas. Hay algunas reglas cuya efectividad está probada. Cuando vayas a adquirir un producto, nunca seas tú quien dé la cifra a pagar. Si el artículo no tiene una etiqueta con el precio, pregúntalo; ahora, si te dicen cuánto ofreces, insiste en que el precio lo ponga la otra persona. El que da la primera cifra casi siempre pierde.
Al negociar el precio, debes hacerlo con calma y por más que te guste el producto o necesites el servicio, no debes parecer muy entusiasmado y mucho menos desesperado. Pon cara seria y negocia con tranquilidad. Demuestra convicción en lo que propones.
Siempre ofrece mucho menos de lo que estás dispuesto a pagar. Así en la negociación llegarás a una cifra que a ti te convenga y el vendedor pensará que hiciste concesiones en el precio, por lo que creerá que hizo un buen negocio. Por ejemplo, si el vendedor fijó el precio de su artículo en $100 y tú pagarías entre $75 y $100, jamás lo digas, pues la negociación se terminaría allí con un precio que por más que puedas pagarlo, quizás no sea el mejor que puedas obtener. Aunque te parezca un disparate, ofrece $40 y espera la reacción del vendedor. Seguramente así obtendrás un precio mejor al que estabas dispuesto a pagar en un principio.
Lo importante es la actitud: demostrar seguridad y una cuota de desinterés siempre es efectivo.
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