Las anualidades variables se han vuelto muy populares en los últimos años. Muchos asesores financieros las están recomendando a sus clientes y en los medios financieros se oye hablar mucho de estas inversiones. Si estás tomando decisiones acerca de las inversiones y el seguro, tarde o temprano te encontrarás con la opción de la anualidad variable. Algunos asesores tratarán de convencerte de usar todo el dinero que tienes ahorrado para comprar una de estas inversiones. En ese momento, tienes que contestar la pregunta: ¿realmente son para mí?
Estas inversiones representan una combinación de seguro e inversiones. Cuando uno compra una anualidad variable, le está dando su dinero a una empresa de seguros para que lo invierta. A cambio de darles este dinero, la aseguradora se compromete a pagar un retorno cada año. El monto pagado depende de cuán bien le va a la empresa de seguros invirtiendo tu dinero. Tienes opciones acerca de cómo quieres que la empresa invierta; es parecido a una selección de fondos mutuos.
Las ganancias que genera tu dinero cada año no están sujetas al pago de impuestos en el momento sino que se trata de impuestos diferidos. Pagas impuestos sobre el dinero que sacas cuando lo haces. ¿Y exactamente cuándo puedes sacar el dinero? Bueno, tienes varias opciones. Existen dos clases de anualidades variables: las inmediatas y las diferidas. Las inmediatas te permiten comenzar a sacar dinero tan pronto la compres. Las diferidas requieren un periodo (puede ser de varios años) durante el cual tu dinero va acumulando valor y no lo puedes retirar. Al momento de retirarlo, puedes hacerlo como una anualidad (es decir un monto fijo al año) o de acuerdo al monto que decides sacar.
¿Y si le va mal a la aseguradora? Pues, ahí entra la parte del seguro de la anualidad variable. El seguro te garantiza un retorno mínimo cada año. Es decir si las inversiones suben, recibes más; si bajan, recibes menos pero nunca menos del mínimo prometido que puede ser un 3% o un 4% de retorno.
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